sábado, 3 de octubre de 2009

El amor

CONCEPCIONES SOCIALES DEL AMOR

¿Es el amor un arte? En tal caso, requiere conocimiento y esfuerzo. ¿O es el amor una sensación placentera, cuya experiencia es cuestión de azar, algo con lo que uno “tropieza¨ si tiene suerte? Podemos decir que es un sentimiento que inclina el ánimo hacia lo que le place, y nos mueve a buscar el bien verdadero o imaginado; sentimiento apasionado hacia una persona de otro sexo o un efecto que nos mueve a buscar el bien verdadero o imaginado.
Para la mayoría de la gente, el problema del amor consiste fundamentalmente en ser amado, y no en la propia capacidad de amar. De ahí que para ellos el problema sea cómo lograr que se les ame, como seres dignos de amor. Otro error que lleva a suponer que no hay nada que aprender sobre el amor, radica en la confusión entre la experiencia inicial del “enamorarse¨ y la situación permanente de estar enamorado o, mejor dicho, de permanecer enamorado. Si dos personas que son desconocidas la una de la otra, como lo somos todos, dejan caer de pronto las barreras que los separa, y se sienten cercanas, se siente uno, ese momento de unidad constituye uno de los más estimulantes y excitantes de la vida. Y resulta aun más maravilloso y milagroso para aquellas personas que han vivido encerradas, aisladas, sin amor. Su intimidad suele verse facilitada si se combina o inicia con la atracción sexual y su consumación. Sin embargo tal tipo de amor es, por su misma naturaleza, poco duradero. Se debe tomar conciencia de que el amor es un arte tal como es un arte el vivir.
Cualquier teoría del amor debe comenzar con una teoría del hombre, de la existencia humana, pues no podemos entender el amor sin un proceso de relación con el otro, en quien empezamos a mirarnos a nosotros mismo. En el amor entre hombre y mujer cada uno vuelve a nacer. (La desviación homosexual es un fracaso en el logro de esa unión polarizada, y por eso el homosexual sufre el dolor de la separación nunca resuelta, fracaso que comparte sin embargo, con el heterosexual corriente que no puede amar).
El amor entre padres e hijos.
Al nacer el infante sentirá miedo de morir si un gracioso destino no lo protegiera de cualquier conciencia de la angustia implícita de la separación de la madre y de la existencia intrauterina. Aun después de nacer, el infante es apenas diferente de lo que era antes del nacimiento; no puede reconocer objetos, no tiene aún conciencia de si mismo, ni del mundo como algo exterior a él. Cuando el niño crece y se desarrolla se vuelve capaz de percibir las cosas como son; la satisfacción de ser alimentado se distingue del pezón, el pecho de la madre. Tal experiencia por ser amado por la madre es pasiva. No tengo que hacer nada para que me quieran —el amor de la madre es incondicional—. Todo lo que necesito es ser —ser su hijo—. El amor de la madre significa dicha, paz, no hace falta conseguirlo, ni merecerlo. La relación con el padre es enteramente distinta; si bien el padre no representa el mundo natural, significa el otro polo de la existencia humana; el mundo del pensamiento, de las cosas hechas por el hombre, de la ley y el orden, de la disciplina, los viajes y la aventura. El padre es el que enseña al niño, el camino hacia el mundo.
Los objetos amorosos
El amor no es una relación con una persona específica, es una actitud, una orientación del carácter que determina el tipo de relación de una persona con el mundo como totalidad, no como un « objeto » amoroso. Si una persona ama solo a otra persona es indiferente al resto de sus semejantes, su amor no es amor, sino una relación simbiótica, o un egotismo ampliado. Sin embargo, la mayoría de las personas suponen que el amor está constituido por el objeto, no por la facultad. En realidad, llegan a creer que el hecho de que no se amen sino a una determinada persona prueba la intensidad de su amor. Como no comprenden que el amor es una actividad, un poder del alma, creen que lo único necesario es encontrar un objeto adecuado —y que después todo viene solo—.
Si amo realmente a una persona, amo a todas las personas, amo al mundo, amo la vida. Si puedo decirle a alguien «Te amo», debo poder decir «amo a todos en ti, a través de ti amo al mundo, en ti me amo también a mi mismo»
Amor fraternal
El amor fraternal es el amor a todos los seres humanos; se caracteriza por su falta de exclusividad. Si he desarrollado la capacidad de amar, no puedo dejar de amar a mis hermanos. En el amor fraternal se basa en la experiencia de que todos somos uno. Las diferencias en talento, inteligencia, conocimiento, son despreciables en comparación con la identidad humana común a todos los hombres. El amor es amor entre iguales: pero, sin duda, aun como iguales no somos siempre «iguales»; en la medida en que somos humanos, todos necesitamos ayuda.
Amor erótico
El amor erótico es el anhelo de fusión completa, de una unión única con otra persona. En el amor erótico hay una exclusividad que falta en el amor fraterno y en el amor materno. Ese carácter exclusivo requiere un análisis más amplio. La exclusividad del amor erótico suele interpretarse erróneamente como una relación posesiva. Es frecuente encontrar dos personas «enamoradas» la una a la otra que no siente amor por nadie más. Su amor es, en realidad, un egotismo. El amor erótico, si es amor, tiene una premisa: Amar desde la esencia del ser —y vivenciar a la otra persona en la esencia de su ser—. En esencia, todos los seres humanos son idénticos. Somos parte de Uno; somos Uno. Siendo así, no debería importar a quien amamos.
Amor a sí mismo
Se supone que en la medida en que me amo a mí mismo, no amo a los demás, que amor a sí mismo es lo mismo que egoísmo. Freud habla del amor a sí mismo en términos psiquiátricos, pero no obstante, su juicio valorativo es similar al de Calvino. Para él, amor así mismo se identifica con narcisismo, es decir, la vuelta de la libido hacia el propio ser. El narcisismo constituye la primera etapa del desarrollo humano, y la persona que en la vida adulta regresa a su etapa narcisista, es incapaz de amar; en los casos extremos, es insano.
¿Es el amor a sí mismo un fenómeno similar al egoísmo, o son opuestos? Y ¿es el egoísmo del hombre moderno realmente una preocupación por sí mismo como individuo, con todas sus potencialidades intelectuales, emocionales y sensuales? ¿No se ha convertido «él» en un apéndice de su papel económico-social? ¿Es su egoísmo idéntico al amor así mismo, o es la causa de la falta de este último?
Debemos destacar la falacia lógica que implica la noción de que el amor a los demás y el amor uno mismo se excluyen recíprocamente. Si es una virtud amar al prójimo como a uno mismo, debe serlo también —y no un vicio— que me ame a mí mismo, puesto que también yo soy un ser humano. El amor a sí mismo está inseparablemente ligado al amor a cualquier otro ser. Amar a alguien es la realización y concentración del poder amar. Amar a una persona implica amar al hombre como tal. Meister Eckhart ha sintetizado magníficamente estas ideas: «Si te amas a ti mismo, amas a todos los demás como a ti mismo. Mientras ames a otra persona menos que a ti mismo, no lograras amarte, pero si amas a todos por igual, incluyéndote a ti, los amaras como una sola persona y esa persona es a la vez Dios y el hombre. Así, pues, es una persona grande y virtuosa la que amándose a sí misma, ama igualmente a todos los demás».
Amor a Dios.
El amor de Dios es gracia, la actitud religiosa consiste en tener fe en esa gracia, y hacerse pequeño y desvalido; Innecesario es decir que mi amor a Dios y el amor de Dios a mí son inseparables. Si Dios es un padre, me ama como a un hijo, y yo lo amo como a un padre. Si Dios es una madre, este hecho determina su amor y amor.
El amor nos hace libres
El amor es una relación entre seres libres, es una comunicación entre individuales, es una relación entre compañeros; se demuestra justamente en el hecho de no aherrojar al compañero, sino en dejarle libre. En el amor, el ser humano queda libre para que, desde esa libertad y con toda libertad, pueda ligarse a su compañero. En general el amor constituye un proceso de transformación y crecimiento. El amor crece cuando se experimenta amor por más que uno sea diverso de lo que el otro desearía que fuera. Es aquí donde nos revela que: “Porque un amor ultimo, incondicional, y global al prójimo, es un don de Dios”. Quien se sienta amado por Dios sabiendo a ciencia cierta lo poco amable y digno de ser amado que es, se sentirla libre para amar a su prójimo tal cual es. Sera capaz de transmitir lo que ha recibido.

Realidad actual
Reflexionar sobre el amor constituye un verdadero desafío en momentos en que los cambios científicos se tornan vertiginosos, cuando es posible escindir por completo la sexualidad de la reproducción, cuando los métodos de fertilización asistida plantean cambios que apenas alcanzamos a vislumbrar, cuando asistimos a cambios sustanciales como la disolución de un modelo de familia centrado en la crianza de los hijos.
Se cree que el amor en sus múltiples formas tiene un fuerte componente emancipador ante la lógica ascética del trabajo y del deber. En un mundo cosificado y hostil, el amor aún representa el reino de la gratuidad. Encontramos que un desafío importante para el individuo contemporáneo es aceptar el carácter problemático del amor frente a las imágenes idealizadas de gran cantidad de representaciones culturales. La pareja sigue siendo el ámbito donde es posible aunar una ética de la ternura con el sexo, cultivando el amor como un arte, es decir, aprendiendo del error para barajar nuevamente las cartas de uno de los juegos más bellos y antiguos del mundo.
No obstante, vale la pena resaltar que están surgiendo nuevos estilos de vida que están teniendo acogida en miles de personas que, no creyendo en la idea de la media naranja, según la cual una sola persona es capaz de satisfacer las necesidades afectivas de la otra, lo están adoptando. Uno de éstos es el denominado “poliamor”, el cual se trata de una filosofía y práctica ética, no posesiva, honesta y responsable, que enfatiza la elección consciente de cuantas parejas uno desee, según “Polyamory Society”. Otros lo definen como una relación íntima entre varias personas a la vez, en la que cada uno de los involucrados tiene pleno consentimiento de lo que pasa. A diferencias de los swinger, en los que la relación se basa únicamente en una satisfacción sexual, en el poliamor las parejas establecen compromisos y lazos emocionales más profundos. También difiere de otras formas de vínculos colectivos como la poligamia, que se refiere a una persona con varios compañeros, en donde los integrantes no tienen relaciones entre sí. El poliamor tiene una amplia gama de formas de relacionarse: algunos están casados y conviven en el mismo sitio sin dormir juntos, otros se encuentran ocasionalmente y hay quienes ni siquiera conocen a las parejas de su compañero, pero saben de su existencia. También hay grupos donde todos los miembros tienen relaciones sexuales de forma simultánea, y otros en los que el sexo está restringido a los miembros específicos del grupo.
Ante esta situación unos piensan que al tener más de una pareja el amor disminuye; otros, como el sicólogo Alexander T., que “el amor no puede ser concebido como una cantidad, sino como una cualidad del ser humano. Una madre que tiene varios hijos no ama más a uno que a otro”. De igual manera, dice la filósofa Nancy Prada que lo que hay es una expansión de la capacidad de amar. Así, los defensores del poliamor acuden a las estadísticas para demostrar la no eficacia del matrimonio: “el 50% de la gente confiesa haber engañado por lo menos una vez a su pareja. El amor monógamo es una bella utopía, en la que muchos creen, pero pocos ponen en práctica”. No obstante, para Martín, experto en sicología, estas nuevas formas no son más que una moda, “La convivencia marital tiene dificultades que son propias por la complejidad del ser humano. La clave está en cómo enfrentarlas y resolverlas. Además, si esto ocurre entre dos personas, en organizaciones más numerosas los conflictos pueden ser más crónicos y difíciles de manejar”. Para él, el modelo de familia tradicional es más sencillo y funcional dentro de la forma de organización social.
Finalmente, es bueno dejar claro que la doctrina cristiana no es culpable de los prejuicios que la sociedad emite ante estos nuevos estilos de vida, pues su doctrina está basada en el único y verdadero amor, el cual está manifestado en Jesús como cordero inmolado redentor. ¿Qué será de las próximas generaciones? ¿Qué tipo de relaciones “amorosas” propondrán a la sociedad? ¿Por qué no se guarda la fidelidad? ¿Es acaso el amor un juego?

Por: Jesús D. Coronell Zúñiga. Soldado raso del Señor.

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